04 marzo 2014

La cumbre económica y el antagónico heroicismo de los encapuchados de la calle

Independientemente de mi opinión con respecto a la cumbre económica que ayer se celebró en Bilbao, e independientemente de que sean o no ciertas las declaraciones mediáticas sobre los supuestos pillajes en los comercios de la ciudad, no me puedo contener las ganas de manifestar mi contrariedad ante estas medidas, excesivamente violentas y sacadas de quicio a mi parecer, que ayer se tomaron contra las grandes superficies comerciales de la ciudad.

Entiendo que Inditex, El Corte Inglés y demás grandes superficies comerciales de este estilo puedan "representar" en cierto modo los valores de ese capitalismo contra el que se supone que se quiso arremeter en los actos de ayer, y ¡allá cada cual con sus ideales, que para algo vivimos en un país donde pensar aún es una actividad plenamente libre! En cambio, no puedo sino mostrar mi estupefacción ante tales actos, por el hecho de que, como en toda organización empresarial de este tipo, es difícil de creer que el empresario capitalista en cuestión (pongamos por ejemplo a Amancio Ortega) se haya molestado en elegir a los currelas más capitalistas y millonetis de la zona, sino que suele tratarse de chavalillos y chavalillas que, como tú y como yo, están TAN jodidos (porque ni hay dinero ni hay trabajo ni hay apenas esperanza) que, so contrato en condiciones deleznables, trabajan en estas tiendas, porque aquí cada uno miramos por nosotros mismos, aunque esto implique participar en estrategias capitalistas que otros con tanta facilidad critican. Y me gustaría que algún medio publicase la relación de puestos de trabajo de los que estos comercios van a tener que prescindir para hacerles frente a los evidentes destrozos que se hicieron ayer en las calles bilbaínas, para que alguien reflexionase (o tuviese, al menos, la ocasión de reflexionar) sobre la cantidad de personas, posiblemente en idéntica situación a la que movió a cada uno de dichos tipos a hacer lo que hicieron, que han perdido su empleo gracias a la nostalgia de una kale borrica (esta vez sí que sí, borrica del todo) que ayer se despertó con ganas de fiesta.

Nota de prensa provincial: http://www.elcorreo.com/vizcaya/20140304/local/desperfectos-bilbao-coste-201403041240.html

03 febrero 2014

Exámenes

Hacía año y pico que no me sentaba frente a un examen. Como era de esperar, se me había olvidado todo lo que ello conllevaba.

El café a todas horas. En el desayuno, antes de entrar al examen, después de hacer el examen, en el intervalo entre ese y el siguiente examen. Café siempre, a cada rato, con y sin leche, sin azúcar porque p'a qué. Y, tras varios días con ese ritmo, el estómago dado la vuelta.

Los esquemas, los bolígrafos, apuntes, libros, todo ese material que desearías poder memorizar en un vistazo y que desgraciadamente te requiere mucho más esfuerzo que ese. Trabajar la teoría, hasta altas horas de la noche, no poder ni con el alma y, sin embargo, seguir empollando como un loco, sin entender ni lo que estudias pero sabiendo que es la única manera de hacer algo cuando te den el examen de verdad.

El no dormir. El despertar de madrugada por la paranoia de si no irá a ceder el escritorio bajo el peso de tantos libros (y, encima, levantarte y posarlos todos sobre el suelo). El despertar con la nuca sudada y el resto del cuerpo entre temblores. El despertar tras alguna pesadilla y que lo primero que el cerebro haga sea recordar la teoría anteriormente trabajada. El dormir cinco horas la noche previa al examen.

La angustia. La angustia a todas horas. El nudo en el estómago que ni vive ni deja vivir. Las ganas de llorar. Las uñas rumiadas y los labios llenos de llagas. Los resoplidos.

La irritación ante cualquier ruido.

La convicción de que, si cabe, lo peor de todo esto es que aquello que estudias no te va a sacar de la precaria situación en que te encuentras.