30 marzo 2012

M29: Euskal Herria kalera?

Soy consciente de que me meto en un terreno embarradísimo hablando sobre este tema, pero es algo candente que ha tenido unos redobles mediáticos espectaculares en el día de hoy, por no hablar del nudo en la garganta que no ha bajado a mi estómago hasta ahora mismo. Así que me dispongo a comentar un par de cosas sobre este 29M que, según unos dicen, ha hecho historia y, según otros comentan, no ha sido para tanto.

La reforma laboral es algo que no nos agrada a nadie, salvo, supongo, las excepciones que confirmarán la regla. Pero ¿por qué exactamente? ¿Alguien sabe con precisión de qué va esta reforma que tantísima guerra está dando?


Todos conocemos de sobra la demagogia propagandística de esta reforma que está dando de comer a tantos sindicatos: "no se respetan los derechos del trabajador", "el despido sale barato y el empresario sale ganando", "no hay pan para tanto chorizo", "esta crisis no la pagamos", etc. Bueno, me he tomado la molestia de leer un poquito sobre el tema y ya me quedan las cosas un poco más claras. Según mis hallazgos, que hasta ahora estaban también un poco contaminados de sindicalismo, la reforma laboral introduce los siguientes cambios en el panorama del trabajo actual:

- El despido, en efecto, va a salirle más barato al empresario. Hasta ahora, despedir a un trabajador de manera improcedente (es decir, que sea por causas injustificadas o que las causas para dicho despido no se justifiquen con los medios formales establecidos) implicaba indemnizarle con 45 días de salario por año trabajado y un máximo de 42 mensualidades. La reforma laboral efectúa un cambio: el despido improcedente solo costará 33 días de salario por año trabajado en un máximo de 24 mensualidades. En caso del despido procedente, también llamado objetivo (pues supone que las causas para el despido son convincentes y se han probado), la cosa no varía con respecto a la ley laboral anterior: seguimos en la indemnización de 20 días por año trabajado y un máximo de 12 mensualidades. Por lo tanto, sí, al empresario le sale más barato despedir al trabajador por causas injustificadas.

- Las pérdidas de la empresa se considerarán causa de despido procedente. Como pérdida en este caso entendemos las pérdidas reales (es decir, resultado negativo, o resultado positivo en disminución durante tres trimestres económicos consecutivos) y las previstas. En otras palabras, si la empresa no funciona, el empresario tendrá pleno derecho a recortar en trabajo. O, en otras palabras un poco más crueles, el empresario culpará al trabajador de las pérdidas de la empresa y le "castigará" por ellas, si así lo quiere, con el despido. Eso sí, la ministra de trabajo asegura que habrá control judicial sobre estas causas... en manos de cada uno está creérselo.

- La reforma laboral anterior permitió que se pudiesen encadenar contratos temporales de manera indefinida. En este aspecto, la reforma laboral de Rajoy emite un cambio, en mi opinión, positivo: a partir del 1 de enero de 2013, los contratos temporales podrán encadenarse por un máximo de 24 meses, sin suponer un límite el número de contratos que se encadenen. Es decir, la contratación temporal se limita.

- En el caso de los despidos colectivos, por ejemplo los ERE, a partir de ahora no será necesario que lo autorice la Consejería de Empleo de la Comunidad Autónoma correspondiente, sino que será suficiente con que lo autorice un juez.

- En el sector público también hay novedades: se podrán realizar despidos por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción, con el objetivo de que aquellas entidades financieramente insostenibles se puedan redimensionar.

- Para los despidos de directivos (bien sean de entidades financieras o del sector público), se han limitado las indemnizaciones. Por ejemplo, la indemnización será de 7 días por año trabajado en un máximo de 6 mensualidades para los directivos públicos, y si se da el caso de un directivo de una entidad financiera que ha recibido ayudas de los fondos públicos, se entenderá que este no tiene derecho a indemnización alguna.

"España es nuestra ruina". "Independentziaz sozialismoa". La huelga, anunciada en pequeñito a la derecha. Ver carteles como este me ha hecho un verdadero lío y ya no sabía si la huelga estaba convocada por lo que yo pensaba (la reforma laboral) o si eran causas político-independentistas. De ahí ha nacido el punto más álgido de mi interés por el día de hoy, y por ende este post...
Posiblemente los detalles que acabo de mencionar son los que más afectan al trabajador de manera directa. Sin embargo, esta ley no termina aquí, así que comparto dos enlaces para quien esté interesado en el asunto y quiera leer un poco más:
1. Noticia de RTVE sobre el anuncio de la reforma laboral, 10 de febrero de 2012: http://www.rtve.es/noticias/20120210/reforma-laboral-2012-rajoy/497259.shtml
2. Cuadro comparativo, también de RTVE, entre España y otros siete estados del mundo (Alemania, Francia, Italia, Austria, Reino Unido, Suecia y EEUU) en cuestión económica tras la aprobación de la reforma laboral: http://www.rtve.es/noticias/reforma-laboral/2012/

Volviendo a lo que comentaba al inicio de este post, me quedo en la reforma laboral por la que hoy tantísima gente se ha echado a las calles.

La huelga, clarísimamente, es un derecho constitucional. Pero me ha dolido en el orgullo de euskaldun, en el orgullo de española incluso, y en el orgullo personal sobre todo, ver cómo la libertad de poder llevar a cabo una huelga ha limitado la libertad de poder ir a trabajar. Y es que no todo el mundo puede (¡¡¡o quiere!!!, ¡¡qué cojones!!) permitirse salir a la calle y perder por ello un día de su sueldo.

Mal me sienta meterme a Twitter, Facebook o lo que se tercie, y ver de buenas a primeras dos reivindicaciones de huelga. Una de ellas, en boca de un autónomo. Y la otra, de un ni-ni que ni ha completado el bachiller, ni lo va a hacer, ni trabaja, ni lo va a hacer. Mal me sienta, pero trago, y paso a analizar el tema.

Creo que la huelga de hoy, nacida de una causa honorable y totalmente defendible, se ha empapado de política y demagogia estúpida durante estos días. Me pregunto qué porcentaje de la gente que hoy poblaba las calles de pancartas, bongos, papeletas y pegatinas (por no hablar de esas cosas algo más desagradables como, por un lado, la brutalidad policial, o por el otro, la quema de contenedores) sabría de qué coño va esta reforma. Me pregunto, en contraposición, qué porcentaje de todas esas personas habrá salido a la calle sencillamente por unirse a la masa, o por disfrutar de un día "libre" en el trabajo, o por miedo a estar en boca de aquellos con un poder superior que les permite tachar a sus iguales como "esquiroles". Y es que defiendo el derecho a la huelga y me parece fabuloso que el pueblo proteste por una reforma así de radical, porque a fin de cuentas todos debiéramos hacer oír nuestra opinión, pero me enerva que se confunda el concepto de huelga con el concepto de reivindicación de cualquier cosa just for the sake of it. No sé a qué venían las ikurriñas y las pancartas de los Euskal presoak etxera, no sé a qué venía ese tipo aporreando la persianilla de un comercio gritando "hijos de puta, hoy no se trabaja", no sé a qué venía tanta ambulancia y sirena durante todo el día. Yo he respetado el derecho de toda esa gente de salir a la calle, y sin embargo he sentido violado mi derecho a estar sentada en mi silla de trabajo.

Y afortunadamente no me encuentro entre las que no podían permitirse perder un día de sueldo, sino entre las que no querían hacerlo. Y es que esta reforma ya es una ley. Lo cual implica que, o mucho cambia la tesitura actual (que no tiene pinta de que así vaya a ser), o hasta que venga otro gobierno esto va a seguir inmutable. Hasta entonces nos esperan por lo menos cuatro años, durante los cuales ya puede España entera salir durante días a la calle, que no se la va a escuchar. Con esa desazón de saber que no hay nada que hacer, mis ganas de hacer huelga se rebajaron levemente. Pero es que luego pensé que nosotros también estábamos hoy obligados a unos servicios mínimos; mi ausencia, por tanto, habría implicado que mis superiores habrían tenido que poner a alguno de mis compañeros a cubrir mi turno. Y no me ha parecido adecuado negarme a trabajar un día de este contrato de tan solo seis meses, porque no me ha parecido justo hacer que otra persona tenga que pagar el pato por mis deseos reivindicativos. ¿Esclavista?, tal vez haya quien lo quiera llamar así, pero yo prefiero hablar de desazón, entereza frente a las responsabilidades y empatía.

No me gusta que se abaraten los despidos y sobre todo me preocupan los agujeros legales que van a surgir en torno a esta ley. Pero, insisto, esto ya es una ley, y por mucho que se haya protestado, esto no va a cambiar. Así que, con toda la pena del mundo, me dejo de disertaciones absurdas (porque las razones, en días como hoy, no conducen a nada más que a enemistades) y me voy a redactar mi tesina, porque en esa sí que no hay huelga que valga y yo mañana tengo que hacer una entrega haya o no trabajado hoy. O, en otras palabras, mañana amanecerá y nada habrá cambiado.

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