28 junio 2012

Sometimes, I got a good feeling!

Hoy he tenido una de esas venadas curiosas que transmiten sensación de buen rollo injustificado. De alguna manera, por alguna razón, me he olido que good times are ahead, me he olido a Galway (¿qué coño?, no sé, no entiendo) y que, aunque no esté disponible tres meses de tirón por si hipotéticamente y por alguna razón me pudieran amarrar en la empresa (palabras deducibles de una conversación con mi ex jefa) (¡así está el percal!, ¡pensar siquiera en no hacer planes veraniegos tras seis meses sin sosiego para por si acaso hipotéticamente se pudiese alargar el contrato!, ¿se nos va la olla?), esto está sucediendo por algo, y ese algo pudiera ser esa beca que acabo de solicitar.

He tenido un soplo de optimismo venido de la nada y, de verdad, I got a good feeling. Que venga lo que tenga que venir, pero hoy es mi primer día de no-paro y estoy de un humor excelente, todavía depurando los zuritos de anoche y con ganas de comer en familia y hacer algo de ejercicio y luego salir a tomar un café.

Tengo toda la vida por delante para agobiarme, tengo planes porque tengo tiempo y gente que me importa, tengo un nuevo contrato para cubrir este fin de semana y tengo ¡al fin! una talla 38 de pantalones. Hay mucha incertidumbre en el panorama, sí, pero también hay sol en el cielo y una Adriana con ganas de comerse el mundo, que no es algo que se vea todos los días.

Let the sun shine up high in the sky! ¡Feliz jueves!



23 junio 2012

A veces.

A veces me pregunto si no seré yo la que, en palabras de Fito, está cabeza abajo. Si no será que la edad me está pasando ya factura, si no me estaré volviendo un poco cascarrabias con los días, si no me estaré empezando a asfixiar en esta cáscara de nuez en la que por encierro voluntario y Shakespeariano me exilié y que se ha quedado sin espacio infinito del que hacerme dueña. A veces me pregunto si no seré yo, y no el mundo, la que está haciendo las cosas mal, independientemente de la definición real de lo que está bien y lo que está mal.

Los días me pasan despacio pero con excesiva velocidad, no hay sobresaltos y me estoy adormilando en la monotonía de la sucesión de los días. A veces siento que lo prefiero así, todo tranquilo, sin sustos, y otras me acuerdo con nostalgia de aquellas conversaciones con regusto a porro que nunca sabía cómo terminarían, que sabía que igualmente podían explotarme en las manos y dejarme desmembrada como estallar en el cielo y pintarlo de fuegos de colores. A veces creo que sé lo que quiero, otras no sé ni por dónde empezar a buscarme. A veces es blanco, otras negro, otras me reprendo por no respetar el gris, a veces me aborrezco porque mi postura cambia con el viento.

A veces se lo achaco a los años, otras a los tiempos que corren, al igual que a veces se lo achaco a la herencia genética y otras a la pésima influencia sociocultural que padezco. A veces sencillamente me quedo sin nada a que achacárselo y no tengo otro remedio más que constatar que, en efecto, tiene pinta de que yo soy tanta solución como problema, y más problema que solución.

Que estoy encerrada en esta cabecita, que no sé de qué pie cojeo, que evito a la gente y al tiempo no podría vivir sin escuchar el murmullo de la ciudad, que hay una garimba esperando en la nevera y al tiempo me reprocho que me va a costar la media hora que he estado corriendo, que tan pronto me importa como me da igual, que lo mismo cuerda que loca que ni si ni no ni todo lo contrario.

11 junio 2012

Hoy hablamos de fútbol: Irlanda-Croacia, desastre máximo.

Hoy he llorado como hacía mucho que no lloraba por un evento deportivo (¡dónde quedaron aquellos torneos de Wimbledon del 2006 y 2007 que vi en Irlanda y que Rafa no conseguía ganar...!). Le he pedido expresamente al gerente del bar que me guardase una pantalla sin Fórmula 1 para ponerme el partido de la Eurocopa, Irlanda contra Croacia, y lo ha hecho porque es mogollón de majo (aunque supongo que también influye un poco el hecho de que le hago la caja de los viernes a base de Guinness...). Total, que me he plantado bajo la pantallita marcándome un forever alone muy épico, comiendo pipas y uñas sin distinción y bebiéndome la Guinness como alma que lleva el diablo.

Al minuto tres, el primer gol; vamos, como en la final de la copa del Rey. Manos a la cabeza y segunda pinta y una sudada de campeonato, y nunca mejor dicho. Empate bastante después. Y, luego, otro gol sin piedad de Croacia. Y descanso.

No he visto buen fútbol. Irlanda estaba lenta, francamente floja y muy poco a la altura de otros equipos a los que les va a tocar enfrentarse, léase España el miércoles. Me he vuelto a casa con la cena del take-away de debajo de casa, unas hamburguesas bien gordas para la familia mientras llamaba a aita rogándole que me metiera un par de Guinness más a la nevera. Hemos cenado mientras veíamos el segundo tiempo, corroborando todos que en efecto ha sido un fútbol un poco barato, y personalmente cagándome en el comentarista porque ha decidido dar por hecho que Croacia y España se van a enfrentar, es decir asumiendo que Croacia machacará a Italia el miércoles (cosa que veo más bien poco probable) y que después España se comerá a Irlanda (lo cual para mi pesar tiene pinta de que sí va a suceder). Oh, y entre discusión y discusión, el tercer gol de Croacia. A robar carteras.

La cosa es que a lo tonto me he bebido setecientas pintas de Guinness, que tengo la pintura de la cara emborronadísima y que la bandera de mi paisito NO SE MUEVE DE ESTA PARED hasta que a mí me dé la gana que así sea. Y mira que el miércoles soy la única de la casa que apoya a Irlanda, pero con el orgullo que me dan solo por haber entrado a competir en soccer, que no es ni mucho menos la especialidad deportiva del país, se merecen que esa bandera se quede aquí conmigo por los siglos de los siglos.

We'll answer Ireland's call. Venga, chicos, que no está todo perdido. Sois los mejores del mundo pese a que en el campo de fútbol no sea así. Y os apoyamos desde lugares de la tierra muy remotos porque sois especiales. Y no hay más que hablar.

03 junio 2012

Esta soy yo

Ahora que ya ha terminado el curso y que mi única responsabilidad es seguir cumpliendo en el trabajo, cuento con mucho tiempo para darle vueltas al coco. Este hecho se hace muy evidente en cualquiera de las diez veces diarias de media que me estoy parando a pensar en el ritmo desenfrenado que lleva el mundo.

Hace un par de días trabajé rodeada de publicistas. Gente (salvo excepciones, claro está) arrogante, imaginariamente posesores de un altar en plena atalaya social, despectivos y esencialmente desagradables. Supongo que es la actitud natural en un sector que un amigo mío tildó de (literalmente) extraterrestre, tras muchos años dedicado a una profesión cercana. En fin, tal vez sea normal volverse un poco hijo de puta cuando tienes que pelearte con uñas y dientes para sacar adelante un proyecto que, por supuesto, si sale adelante, te hará embolsarte cantidades ingentes de dinero cada día, y te hará creer que eres dueño de un pedazo de cielo (o, en este caso, atalaya social a la que solo los más selectos, es decir, los que estén a tu nivel o por encima de ti, tienen acceso).

Lo considero un punto de vista erróneo. Veía día tras día pasar a la misma mujer, que se cambiaba de ropa de dos a tres veces al día, con sus evidentemente operadísimos labios, y ella me miraba por encima del hombro, con un gesto casi de oler a mierda cada vez que pasaba cerca de mi stand. Solo me dijo "buenos días" el tercer día de congreso, y fue para preguntarme acto seguido si podía enterarme de qué otro congreso estaban montando en la otra parte del pabellón.

Ante esta situación, yo me sonreía. Pobre niña rica, me solía decir Pepito Grillo. ¡Se va a perder tantísimo mundo solo por no considerarlo suficientemente a su altura...!

Aprecio el estilo de vida que llevo ahora. Bueno, tal vez no hasta ahora, esto de compaginar el último curso y un trabajo no ha sido sencillo y me he ahogado un poco en el tiempo. Pero sí, en el fondo supongo que también lo aceptaría como agradable. Sí. Me gusta el estilo de vida que llevo. Trabajo cuando me toca, con horarios y calendarios al revés del mundo como este sector requiere, por un sueldo más bien humilde pero que me permite llevar una vida muy digna al lado de los míos. Y es que a mí la dignidad no me la da mi dinero, sino mi gente. Mis padres, mi hermano, mis cuatro Amigos contados, Pipo. Yo, sin ellos, podría nadar en billetes, pero también en soledad. Y si algo me van enseñando estos años que cada vez me pesan más en el intelecto, es que la soledad es agradable en dosis muy reducidas y controladas, porque una vez superas esa dosis tan mínima, te consume. Igualito que la avaricia del dinero.

Tal vez un día cite aquí a unos maravillosos filósofos estadounidenses que han publicado un ensayo precioso sobre las enseñanzas morales de Harry Potter. Tal vez un día me anime a compartir con vosotros la idea que nos transmite Dumbledore sobre la piedra filosofal, que va más o menos en la línea de lo que acabo de escribir. Tal vez. Pero no será hoy. Porque hoy es mi noche para soñar que, aunque no me haya dado ni cuenta, he alcanzado un estado de mucha, mucha plenitud personal. Y eso... eso no lo compra ni todo el oro del mundo.