Al minuto tres, el primer gol; vamos, como en la final de la copa del Rey. Manos a la cabeza y segunda pinta y una sudada de campeonato, y nunca mejor dicho. Empate bastante después. Y, luego, otro gol sin piedad de Croacia. Y descanso.
No he visto buen fútbol. Irlanda estaba lenta, francamente floja y muy poco a la altura de otros equipos a los que les va a tocar enfrentarse, léase España el miércoles. Me he vuelto a casa con la cena del take-away de debajo de casa, unas hamburguesas bien gordas para la familia mientras llamaba a aita rogándole que me metiera un par de Guinness más a la nevera. Hemos cenado mientras veíamos el segundo tiempo, corroborando todos que en efecto ha sido un fútbol un poco barato, y personalmente cagándome en el comentarista porque ha decidido dar por hecho que Croacia y España se van a enfrentar, es decir asumiendo que Croacia machacará a Italia el miércoles (cosa que veo más bien poco probable) y que después España se comerá a Irlanda (lo cual para mi pesar tiene pinta de que sí va a suceder). Oh, y entre discusión y discusión, el tercer gol de Croacia. A robar carteras.
La cosa es que a lo tonto me he bebido setecientas pintas de Guinness, que tengo la pintura de la cara emborronadísima y que la bandera de mi paisito NO SE MUEVE DE ESTA PARED hasta que a mí me dé la gana que así sea. Y mira que el miércoles soy la única de la casa que apoya a Irlanda, pero con el orgullo que me dan solo por haber entrado a competir en soccer, que no es ni mucho menos la especialidad deportiva del país, se merecen que esa bandera se quede aquí conmigo por los siglos de los siglos.
We'll answer Ireland's call. Venga, chicos, que no está todo perdido. Sois los mejores del mundo pese a que en el campo de fútbol no sea así. Y os apoyamos desde lugares de la tierra muy remotos porque sois especiales. Y no hay más que hablar.
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