19 enero 2013

Disfrutar compartiendo la abstracción

Después de muchas batallas internas, devaneos, lloros y risas, me he forjado una idea bastante aproximada de cómo quiero ser, de qué tipo de persona quiero que habite mi piel y de quién quiero que la conozca y quién no.

Desprecio lo físico. Es decir, no lo desprecio, ¡siempre es de agradecer que la realidad que compartimos todos me recuerde en qué mundo vivo! Pero me repatea lo bonito, lo que se puede tocar si se quiere, aquello que está al alcance de mis manos y de las de cualquiera, me repatea la imaginaria capacidad de posesión, ¡eso es!, ¡no me gusta que el sentifdo físico de las cosas nos haga pensar que estamos en derecho de poseerlo!

Me fascina, por el contrario, lo abstracto. Las mentes, las emociones, las vibraciones que transmiten los lugares, las miradas. La abstracción es una forma de belleza en sí, porque para mí significa algo muy distinto a lo que posiblemente signifique para mi prójimo más cercano. Pero ¿quién quiere darle un formato, una definición, a la abstracción?, su belleza radica precisamente en lo difuso, lo impreciso, lo caótico.

He hablado muchas veces y de manera difusa sobre los ojos de Miguel, ¡y es que son la personificación de lo abstracto!, de cuánto puede esconderse detrás de un iris marrón y una pupila hiperactiva. Por descontado, su mirada es bellísima, pero lo que realmente la perfila de esa belleza de la que me nutro no es su forma, no es su color, sino lo que transmite, lo que le late dentro, todo eso que ni se ve ni se toca ni, por descontado, se puede poseer.

Tal vez lo abstracto es mágico precisamente porque no se puede poseer, tal vez el reto de querer bucear en ello esté precisamente no en poseerlo sino en compartirlo.

Tal vez esa sea la idea concluyente que buscaba hoy, a fin de cuentas: que compartir me hace mucho más feliz que poseer.

14 enero 2013

Otro día más

Apuro el último trago de café de la mañana porque me he quedado pasmada durante Dios sabe cuántos minutos, mirando por la ventana, viendo cómo termina de amanecer y pensando en lo poco que queda para que Él desayune a mi lado. Dejo todos los cacharros sin fregar, ¡ya lo haré más tarde!, que voy a perder el autobús.

La temperatura baja de los diez grados negativos. Me forro de ropajes y, aún así, dudo de si será o no suficiente, pero no hay tiempo para replantearse las vestimentas, porque voy a tener que correr igualmente a la parada. Así, por lo menos, entraré en calor...

Un trayecto apretada entre gentes de otra raza, de otra cultura y de otro idioma tan distinto. Un trayecto analizando individuos y comportamientos, un trayecto en el que miro y aprendo y critico y establezco mis propios criterios morales. Un paseo bajo la nieve, cuesta arriba, de camino a la universidad y entre árboles parece que el tiempo vaya más despacio, no se escuchan los coches, solo mis pisadas y mis jadeos, que emanan nubes de vaho que se congelan en mi bufanda.

Otro día de trabajo en un despacho privado, la estufa, la música de fondo, otro día que pasa, otro día que me deja con sensación de encogimiento de hombros, hasta que llega su primer mensaje, y sonrío, y me río, y me estalla algo en el pecho, y ahora salir ahí afuera a sobrevivir a la nieve no parece una tarea tan ardua, y hasta la nieve, la mierda blanca, y el frío, y los buses que no pasan, me parecen cosa de risa, ¡porque viene en doce días!, y no hay nada que me importe más que eso.

Apuro, asimismo, el último spaghetti de mi plato, y friego los cacharros, los de esta mañana y los de la cena, y miro la pantalla esperando el momento en el que su nombre aparezca en verde y el inconfundible sonido de la videollamada en Skype me saque de este atolondramiento que me hace cerrar el día al igual que lo he abierto: mirando por la ventana, enmimismada, viendo nevar, disfrutando de ese claro que permite ver un par de estrellas, pensando que en muy poco tiempo Él estará apurando una copa de vino a mi lado y que disfrutaremos juntos de este clima que, a su lado, tendrá mucha más magia.

11 enero 2013

El infierno de los taxis en Vilnius

Es de sentido común que, a la hora de coger un taxi en Vilnius, si sabes de qué va el asunto, te plantees dos, o tres veces, si realmente quieres hacerlo. ¿Por qué?, muy sencillo: porque es muy común que te quieran cobrar un precio muy superior al oficial, porque es posible que te encuentres taxistas sin taxímetro, porque si eres un turista te darán una vuelta innecesaria y te cobrarán un precio astronómico que, al cambio a tu moneda, no te parecerá ni exagerado siquiera. Mil razones, una única manera de combatirlas: QUEJARSE.

Estoy en plena campaña de "spread the word" con este asunto, así que me vais a permitir que me haga oír por encima del murmullo de encogimientos de hombros que ensordece a esta ciudad.

Para empezar, hay que saber que coger un taxi al azar en la calle es más caro, de entrada, que llamar a uno previamente (todo estaría así solucionado, de no ser porque a día de hoy yo no he conseguido hablar con un solo taxioperador en inglés...). Por tanto, esa es la primera idea: mejor llamar y reservar el taxi de antemano que coger un taxi cualquiera en la calle. Además, al llamar al taxi previamente, te dirán el precio aproximado que vas a pagar, evitando así engaños futuros. El número de la centralita más "legal" de Vilnius (dado que todos los taxímetros están controlados desde la central y el cliente paga, ni más ni menos, lo que los números indican) es el 1450 si llamas desde número lituano, (85) 233 33 37 si llamas desde número extranjero. Suerte con el tema del idioma.

¿Y qué pasa si, como podría ser del todo normal, llegas al aeropuerto y no tienes batería en el móvil? La idea más inteligente en este caso es acudir a la oficina de turismo que hay en el aeropuerto de Vilnius (horario de lunes a domingo de 9 a 21 horas), solicitar que te llamen a un taxi y que, con tu cheque de precio fijo previo al viaje, cojas el taxi que te han llamado. También puede ocurrir que tu vuelo llegue fuera del horario de esa oficina de turismo; en ese caso no te queda otra, tendrás que saltar al primer taxi de la cola, arriesgándote así a que te roben a mano armada, que es un suceso lamentablemente común en esta ciudad. Dicen que también es posible pactar un precio con el taxista antes de subirte al vehículo, pero claro, para eso el tipo deberá saber inglés (¡¡¡te deseo suerte otra vez!!!) y tú deberás tener una referencia previa de cuánto puede costar el trayecto para no exigir precios de risa.
¿Y qué pasa si llegas por primera vez al aeropuerto y no tienes ni idea de todo esto que te estoy contando? Pues que te subirás al primer taxi que veas con toda tu buena voluntad, te timarán, a posteriori te enterarás del engaño, y el mal sabor de boca que esto te provocará marcará mucho tu estancia para mal. Además, seguramente después de esta poco positiva experiencia, harás una búsqueda en Google y posiblemente por ello llegarás a mi blog.

Si, por cualquier motivo, tenéis que subiros a un taxi en el que creéis que os han podido timar con el precio, pedid un ticket, un resguardo, un receipt, para poder formalizar la queja posterior sin mayor problema. Tampoco está de más que os apuntéis el nombre y número de centralita de la compañía de taxi, y si además podéis anotaros la matrícula del taxi que os ha transportado, mejor que mejor. Pero eso lo explicaremos más adelante. Sigamos con los "trucos" para evitar timos.

Si lo de llamar al taxi es algo que no te convence, o sencillamente no has sido capaz de hacerlo porque en todas las terminales en las que lo has intentado no hay ni Cristo que hable nada más allá del lituano, te sugiero la siguiente opción, que requiere un poco más de previsión pero también puede resultar útil: reservar el taxi por Internet. Viene a ser lo mismo que llamar al taxi, pero evitando el lío que supone tener que andar guardando números y demás. La página web donde se puede hacer esto es http://etaksi.lt/en/book-taxi-online (¡con versión en inglés, y todo!) y el formulario es muy sencillo de rellenar, solo hay que indicar el trayecto, el número de pasajeros y, si así lo queremos, solicitar que el taxi nos espere en la terminal de llegadas indicando también nuestro número de vuelo. Al formalizar la reserva, nos indicarán aproximadamente lo que nos va a costar el trayecto. En el formulario siempre nos piden un número de teléfono móvil; esto es simplemente para enviarnos un mensaje de texto con el número de placa (matrícula) del taxi que nos va a ir a recoger, para evitar confusiones y no montarnos en el taxi equivocado, con todo el embrollo y timo que ello supondría. Si optáis por esta alternativa, no reservéis con demasiada antelación (en el mismo día valdrá), por si el encargo "se pierde". Mi experiencia me dice que esta página web es de fiar.

Dicho esto, y entendiendo que los timos son de lo más comunes, procedamos a la siguiente cuestión: ¿qué pasa si yo no tenía ni puñetera idea de todo este percal hasta ahora y me han engañado igualmente y quiero levantar la voz? Bueno, aquí es donde entra mi propia campaña. Como decía, seguramente habrás llegado a mi blog en esta situación, así que ahora es cuando, antes de ofrecerte un sucedáneo de solución, te cuento por qué el sistema de taxis está tan podrido.

Resulta que el taxista de Vilnius cobra 425 LT de salario bruto medio (1 LT = 0'3 € aprox.) y tiene que pagar un impuesto que varía de los 2000 a los 3000 LT anuales por su oficialidad como taxista. En efecto, ¡los números no cuadran!, se trata de una profesión muy mal remunerada. Y ¿qué hacen entonces los taxistas para sobrevivir y sacar adelante a sus familias? Valerse del timo, por supuesto. El sistema está corrupto desde las raíces. Subir todas las tarifas estándar, o bajar los impuestos, pero algo tiene que hacerse desde la administración municipal (y dejo ahí las sugerencias porque no soy experta en la materia).

Y precisamente por este motivo es necesario que el cliente haga oír su voz: porque yo, como turista, o visitante, o estudiante, no tengo que pagar por la pésima gestión que están realizando las autoridades locales del sistema de taxis. Es más, evitar el problema a través de las triquiñuelas que mencionábamos no va a ayudar a solucionar la podredumbre de este sistema; sencillamente evitaríamos el problema y nos lavaríamos las manos. Así que recomiendo y ruego que, si habéis tenido alguna mala experiencia en algún taxi de Vilnius, optéis por la queja formal, que posiblemente no llevará a nada ni os devolverá vuestro dinero, pero al menos engordará el número de personas insatisfechas con la situación y así, al hacer recuento de qué tal van los taxis a final de año, el ayuntamiento se dará cuenta de que las cosas no se han solucionado en absoluto. La manera más sencilla de quejarse es a través de este enlace: http://www.vno.lt/en/tips-for-passangers/faq/complaints-offers/index.php. Se trata de un apartado para quejas implantado por el aeropuerto de Vilnius, el cual rebota las reclamaciones serias al departamento de Tráfico del ayuntamiento.

Por favor, luchemos contra esta basura todos juntos. Encogerse de hombros y esquivar los problemas no contribuye a una sociedad mejor. Sí, por el contrario, levantar la voz y dejar de subestimar nuestras capacidades como clientes.