Ayer pensaba, de vuelta a casa, en lo bien que vivo cada vez que viajo, sin mirar la televisión, sin la desgana por todo en general, en fin, de viaje, en resumidas cuentas. Hoy abro el Correo por ver si me había perdido algo, y me encuentro con una subida del IVA del 18 al 21% en el tipo general, del 8 al 10% en el tipo reducido, y afortunadamente el superreducido que se mantiene en el 4%. Recortes para sindicatos (cuestionable por las implicaciones sociales que tiene, pero seré honesta, los sindicalistas me han parecido siempre vendedores de demagogias muy baratas y con esta medida sí que estoy más bien de acuerdo), funcionarios (pero los de oposiciones, ¡eh!, no los secretarios o subsecretarios de congresistas y demás chupapollas del panorama político-circense actual), recortes en las prestaciones por desempleo, un mayor escalonamiento entre ayuntamientos y esas malditas diputaciones que de verdad a mí me sobran muchísimo... en fin, me he encontrado con que sí que me había perdido bastante estos días. Y esto tan solo unas semanas después de que anunciaran la subida de la luz.
Me da una bochornosísima vergüenza que todo esto esté pasando en un país que hace siglos descubrió el Nuevo Continente y que, en lugar de hermanarse con él, lo sometió y saqueó para luego derrochar riqueza y opulencia, y para el provecho de las naciones que sí supieron partir el bacalao, Suiza, Alemania, almacenando todo el oro de las Américas e impulsando así la actividad bancaria internacional. Los españolitos habían encontrado a unos indios más débiles que ellos así que los masacraron y se aprovecharon de ellos para que currasen para ellos y poder, así, sentirse señoritos, y así fue que celebraron y celebraron y no administraron la ficticia realidad que ese oro a punto de agotarse había creado, y la gloria terminó por desvanecerse para dejar en evidencia que España es un país tan miserable que hoy, 11 de julio de 2012, está viendo su quinto punto de subida del impuesto más importante a pagar en los últimos dos años. Que la historia es cíclica y, como siempre, en España las cosas no se saben hacer bien. Porque así de derrochadores, ostentosos, avariciosos y (sobre todo) estúpidos somos. Así que disfruten de lo votado. Yo por mi parte me alegro de no haber pedido el paro todavía, porque hasta de ahí me querían recortar.
Bienvenida a casa, y tal. Se me están cayendo encima las paredes, por partida doble.
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