21 diciembre 2012

A unas horas de volver a casa por Navidad, como el turrón

Y, de repente, se acabó la espera. Se terminaron los tachones en el calendario, ¡adiós a la cuenta atrás!. Solo vuelvo a casa por quince días, pero es una tregua muy merecida y más que necesitada por este corazoncito.

No veo el momento de posar la maleta en la cinta pesapecados, pasar el control de seguridad y sencillamente dejarme llevar, literalmente, por encima de las nubes. Sobrevolar Europa, decirle adiós por unos días a este país, volver a escuchar mi idioma, volver a ver a la misma gente de siempre, abrazar a mi madre, a mi padre, a mi hermano, despertar y que los ojos de Miguel sean lo primero que vea en el día, permitirme unas lágrimas que muestren mi dicha, susurrarle con la voz ronca algo ininteligible que bien significará algo así como que su presencia es lo más hermoso que me ha pasado en la vida.

No veo el momento de hacer vida normal por unos días, relajarme, destensar todos los músculos y sonreír, sonreír porque no hay motivos para estar triste.

Son las 23.14, en cuatro horas y media tengo que estar en pie y ni siquiera me he acostado, pero realmente no me veo capaz de pegar ojo esta noche, estoy hiperactiva, estoy nerviosísima, Dios mío, por fin, por fin, se acabó esperar, gracias Señor porque te pedí fuerza y me has regalado la mejor ocasión para demostrar que soy fuerte.

19 diciembre 2012

A tres días de volver a casa...

Estoy nerviosa. Nerviosa, sí. Yo. Con las rodillas cual mantequilla. Porque, en tres días, le voy a volver a ver.

Estoy nerviosa porque ese sol, por nombre Miguel, el más brillante de todo mi universo, va a estar allí, en ese aeropuerto de llegada, esperando, esperándome, ¡a mí!, hormiguita donde las haya, pequeñez hecha grande a sus ojos.

Estoy nerviosa porque he soñado cada noche con sus manos asiendo las mías, con sus labios acariciando los míos, con su risa flotando cerca de mi cuello, con sus ojos dejándose caer a los míos... y en solo tres días le voy a volver a tocar las manos, a besar la boca, a hacer reír a carcajadas para retroalimentarme con su risa.

Estoy nerviosa porque voy a reencontrarme con la persona a la que más quiero en este mundo.

Me parece surrealista estar escribiendo esto, pero, Dios, es TAN real, que parece un sueño.

15 diciembre 2012

Él

Oh, well.

Que no voy a conseguirlo, me dicen. Que estando rodeada de Erasmus es más fácil ser infiel que fiel, me comentan. Ante lo cual yo me río, le doy otro trago a mi solitaria cerveza y respondo que no necesito a nadie que no sea ese hombre que me espera en casa. Llevo varias noches escuchando chorradas del calibre de "¡oh!, te llevaría a la cama con mucho gusto" o "¡oh!, tu novio es muy afortunado".

Mierda, es que no tenéis ni puta idea. Si le conocieseis, sabríais que no hay más afortunada que yo, de poder quererle, de QUERER quererle y de estar deseando volver a casa para cubrirle de besos y hacerle el amor durante horas, días, años.

13 diciembre 2012

Iberlibro

Acabo de descubrir la Octava Maravilla.

Se llama Iberlibro y es una empresa en línea que se dedica a mediar entre el lector y diferentes librerías del mundo. Con un buscador de lo más avanzado y eficiente, Iberlibro localiza los autores, títulos. ISBN o editores que busquemos, y nos da los datos del ejemplar: año de edición, si está o no usado, librería en la que se encuentra, etc.

Ofrece, además, la posibilidad de comprar dichos libros en línea: Iberlibro gestiona el pedido con la librería, y posteriormente este queda en manos del comercio en cuestión. Es por ello que se paga no solo el libro sino también una comisión por mediación (aunque esto no lo cuentan en su web, claro está, pero una que investiga sobre sus hábitos de consumo), pero yo creo que merece la pena porque (y aquí viene lo interesante de la cuestión) Iberlibro localiza libros actuales y descatalogados por igual.

Como digo, acabo de descubrir esta web, pero he encontrado una rareza de libro que ya llevaba bastante tiempo buscando sin éxito. El trámite del pedido dependerá de la librería, que está en Madrid y que no conozco, pero, desde luego, este intermediario acaba de ganarse otra visitante habitual para su página web. Es más, ya ando buscando el segundo ejemplar que quiero conseguir.

Visita obligada si andas detrás de alguna rareza, de alguna antigualla, de un libro en arameo moderno, o sencillamente de un ejemplar de segunda mano que no te cueste muy caro.

Échale un vistazo a la página web oficial de Iberlibro

12 diciembre 2012

¡Pamplinas!



Estallar, renacer, carcajadas, el aire, el aire en los ojos, una lágrima, la risa, volar, el mar, infinidad, infinito, finalidad, tú, volver, el turrón, las ganas, te quiero.

El Báltico, ortodoxos, judíos, todos, ninguno, nadie, tú, mi norte, mi sur, el este, marchar, ¡me marcho!, maletas, la prisa, te vuelvo a querer.

Tic tac, la espera, la nieve, silencio, sonrío, feliz, diez días.

05 diciembre 2012

Le echo de menos.

Le echo de menos.

Le echo de menos cada noche que me acuesto en la más absoluta soledad, autoacompañada por pensamientos que generalmente procuran hacer más ameno el proceso de caer dormida estando sola y, peor aún, sintiéndose sola. Le echo de menos cada día que amanece oscuro y miro por la ventana y veo todavía más nieve que la mañana anterior y me vuelve a parecer inquietante que no me abrace por la cintura mientras vemos nevar juntos. Le echo de menos cada tarde de café nublado por la presencia y conversación de gente que no me interesa ni me aporta demasiado. Le echo de menos en cada cerveza lituana, en cada glögi navideño, en cada copa de vino caprichoso. Le echo de menos cada vez que enciendo una vela para cenar un poco menos sola. Le echo de menos en cada autobús o trolebús al que me subo. Le echo de menos. Cada día, cada hora, cada minuto.

Le echo de menos y a veces es positivo hacerlo. Es positivo porque me florece la sonrisa más sincera cuando me doy cuenta de la suerte que tengo de poder echarle de menos, de tener en casa a una persona tan especial soñando con verme llegar. Es positivo porque echarle de menos es sinónimo de que este cariño no hace más que crecer. Es positivo porque estamos sobrellevando esta situación con un aplomo inesperado, con una valentía digna de dos personas que se han cambiado la vida mutuamente, con los ánimos por las nubes. Le echo de menos, y es positivo porque pienso en la Navidad a su lado y todo me compensa sin lugar a dudas.

Le echo de menos, aunque a veces no es tan positivo hacerlo. No es tan positivo, porque hay días en los que me despierto con una losa de pena de la que me cuesta mucho despojarme durante el día. Porque cuando el Skype se corta mientras abro un poquito el corazón para él, me llevan los demonios. Porque, mientras que a veces dos semanas parecen un suspiro, hay otras en las que me parecen demasiado eternas como para no morir de la necesidad, de la pena, de la agonía, antes de que pasen.

Le echo de menos. Con todo lo bueno y lo malo que ello supone, y con la incansable fiesta de fuegos artificiales y colores y petardos y vaivenes de noria y consecuentes mareos que me provoca hacerlo. Todo es variable, todo va a ratos, le echo de menos, le echo de menos, le vuelvo a querer, diecisiete días, le echo de menos, esto está chupado, un día más de trabajo, esto se acaba enseguida...