05 diciembre 2012

Le echo de menos.

Le echo de menos.

Le echo de menos cada noche que me acuesto en la más absoluta soledad, autoacompañada por pensamientos que generalmente procuran hacer más ameno el proceso de caer dormida estando sola y, peor aún, sintiéndose sola. Le echo de menos cada día que amanece oscuro y miro por la ventana y veo todavía más nieve que la mañana anterior y me vuelve a parecer inquietante que no me abrace por la cintura mientras vemos nevar juntos. Le echo de menos cada tarde de café nublado por la presencia y conversación de gente que no me interesa ni me aporta demasiado. Le echo de menos en cada cerveza lituana, en cada glögi navideño, en cada copa de vino caprichoso. Le echo de menos cada vez que enciendo una vela para cenar un poco menos sola. Le echo de menos en cada autobús o trolebús al que me subo. Le echo de menos. Cada día, cada hora, cada minuto.

Le echo de menos y a veces es positivo hacerlo. Es positivo porque me florece la sonrisa más sincera cuando me doy cuenta de la suerte que tengo de poder echarle de menos, de tener en casa a una persona tan especial soñando con verme llegar. Es positivo porque echarle de menos es sinónimo de que este cariño no hace más que crecer. Es positivo porque estamos sobrellevando esta situación con un aplomo inesperado, con una valentía digna de dos personas que se han cambiado la vida mutuamente, con los ánimos por las nubes. Le echo de menos, y es positivo porque pienso en la Navidad a su lado y todo me compensa sin lugar a dudas.

Le echo de menos, aunque a veces no es tan positivo hacerlo. No es tan positivo, porque hay días en los que me despierto con una losa de pena de la que me cuesta mucho despojarme durante el día. Porque cuando el Skype se corta mientras abro un poquito el corazón para él, me llevan los demonios. Porque, mientras que a veces dos semanas parecen un suspiro, hay otras en las que me parecen demasiado eternas como para no morir de la necesidad, de la pena, de la agonía, antes de que pasen.

Le echo de menos. Con todo lo bueno y lo malo que ello supone, y con la incansable fiesta de fuegos artificiales y colores y petardos y vaivenes de noria y consecuentes mareos que me provoca hacerlo. Todo es variable, todo va a ratos, le echo de menos, le echo de menos, le vuelvo a querer, diecisiete días, le echo de menos, esto está chupado, un día más de trabajo, esto se acaba enseguida...

No hay comentarios:

Publicar un comentario