Hace unos días mencionaba "la maleta mexicana", la exposición ahora vigente en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Tal vez no mencionase que los miércoles, la entrada a dicho museo es gratuita, y que su horario es de 10:00 a 20:00. Tal vez tampoco mencionase que el domingo decidí en el último momento no ir a verla, y que pretendía remendar dicha decisión hoy mismo.
Emocionante es la primera palabra que se me ocurre para describir esa exposición.
Mi sección favorita, sin duda, ha sido la de las fotografías tomadas por Chim, uno de los tres reporteros protagonistas, que, más que retratar la guerra civil per se, retrató a sus víctimas reales: los civiles, la gente del pueblo, las personas de a pie. Este fotógrafo se deleitó en las caras de sorpresa de la gente, en el sufrimiento de quienes nunca vieron volver a los suyos de los campos de exilio de Francia, en las ikurriñas que se alzaban a escondidas en el duranguesado, en la alegría con la que se celebraba en Barcelona la conmemoración de la revolución rusa. Un punto de vista más bien cercano al bando republicano, en el que quedaron retratadas las personas verdaderamente mártires de una guerra ajena a lo que sentían como su patria.
Es también destacable el trabajo que puede haber llevado recopilar esta exposición. No solo se trata de unos negativos que se dieron por perdidos durante 70 años y que, por obra de un milagro, terminaron en Nuevo México. La enigmática historia de la maleta comienza cuando uno de los fotógrafos, Capa, le deja a su técnico de laboratorio todos estos negativos en el año 39, mientras el ejército alemán acechaba el París en el que se había asentado. Capa huyó a Nueva York, y su técnico y amigo consiguió que un chileno se llevase los negativos a su embajada para mantenerlos a salvo, cosa que evidentemente consiguió. Él, el técnico de Capa, no corrió la misma suerte y estuvo retenido en un campo de reclusión de Marruecos hasta el 41, año en el que escapó a México. Se le perdió la pista a tan anhelados negativos, y posteriormente se ha sabido que pasarían por manos del embajador mexicano del gobierno de Vichy, el cual, tal vez inconsciente de su existencia o valor, portaría dichos negativos en su equipaje de viaje a México en el 41-42. En todo caso, Capa murió desconocedor del paradero de los negativos por los que ya había hecho llamamiento público de búsqueda. Muchísimos misterios y dificultades rodeando a esta maleta que finalmente y por algún milagro se halló en el 97, así que comparto un enlace del propio Internacional Centre of Photography para consultar la historia completa: http://museum.icp.org/mexican_suitcase/castella/historia.html
Muy emotivo me ha parecido también el hecho de que las personas se reconociesen en algunas fotografías aún después de casi un siglo desde que estas se tomaran (http://blogs.deia.com/historiasdelosvascos/2012/02/28/la-maleta-mexicana-tres-de-los-retratados-hablan-para-deia/), además del hecho de que estas fotografías se censurasen en España y alimentasen solo la prensa internacional que simpatizaba con el movimiento antinacional (que, a partir de mediados del 38, era prácticamente nula). Un montón de fotos antiguas, un montón de telegramas y cartas, ¡e incluso las autorizaciones de prensa falsificadas que Capa utilizó para colarse en un campo de exilio francés!, en conjunto me ha parecido una verdadera maravilla de selección de material, así que volveré, después de esta toma de contacto, para ver la exposición con mucha más calma y mucho más tiempo, y poder emocionarme bien a gusto pensando si mi abuelo podría reconocerse, de seguir aún con vida, en alguna de las fotografías del asedio de Bilbao.
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