02 julio 2013

Nihilismo, décadence, una profecía cumplida

La obra "El Anticristo" (subtitulada en ocasiones como "maldición sobre el cristianismo"), de Friedrich Wilheim Nietzsche, uno de los filósofos más relevantes, escépticos, críticos y destructivos de finales del siglo XIX, entrecruza caricias literarias y palabras hirientes en fragmentos indiscutibles como la que a continuación citaré, y hace así las delicias de sus lectores, tanto en el campo de la filosofía como en el de las letras:
<<Yahvé, el dios de la justicia, no era ya la misma cosa que Israel, la expresión del orgullo de su pueblo, sino un dios condicionado... Su concepción se convierte en una mera arma en manos de agitadores sacerdotales, que interpretan toda felicidad como recompensa, y toda infelicidad como castigo por desobediencia a dios, como "pecado", esa manera mentirosa de interpretar un presunto "orden moral" con la que se invierte de una vez por todas el concepto natural de "causa y efecto". Una vez que la relación de causalidad natural ha sido barrida del mundo por las doctrinas de la recompensa y el castigo, hay una necesidad de causalidad contraria a la naturaleza, de la que sigue entonces todo el resto de antinaturalidad. Un dios que exige, en vez de un dios que ayuda, que aconseja, que es, en el fondo, la encarnación de toda inspiración feliz de la valentía y la confianza en sí mismo. La moral ya no es un reflejo de las condiciones que hacen la vida sana y logran el crecimiento de un pueblo, su más profundo instinto vital, sino que se vuelve abstracta, se vuelve contraria a la vida; la moral como perversión fundamental de la fantasía, como mal de ojo en todas las cosas. ¿Qué es la moral judeocristiana? El azar despojado de su inocencia, la desgracia manchada con el concepto de "pecado", el bienestar denunciado como peligro, como una "tentación", un desorden fisiológico producido por el gusano de la conciencia...>> (FUENTE: "el Anticristo", Friedrich W. Nietzsche)

La moral de los débiles, de la decadencia, el cristianismo que se va modernizando, ahora miremos a la calle y veremos canis por todas partes, ¡y esto no es más que una forma de ignorancia, indiferencia, nihilismo y falta de voluntad! Un pueblo que va hacia atrás, que ha perdido la fe en sí mismo, que teme el castigo (no de un dios tal vez, pero sí de un gobierno o de un sector determinado de la población), que se achica, que se resiente y que odia todo lo que no sea tan miserable como uno mismo. Tacharon a Nietzsche de nazi pero, a mis ojos, fue el profeta que dictaminó lo que sentenciaría a las naciones de los siglos venideros.

13 abril 2013

Astenia primaveral

De unos años a esta parte, cada mes de marzo aproximadamente he sufrido la llamada astenia primaveral. La palabra "astenia" viene del griego, <<α [a] —alfa privativo—: "carecer", y σθένος [sthénos]: "fuerza">>, Wikipedia dixit y, por extensión, este padecer de origen hormonal consiste en una carencia de fuerza, de voluntad psicológica, que llega cada año de mano de los primeros síntomas de la primavera. Hay quien sufre alergias, hay quien se deprime, ¡hay dolencias para todos!

Los síntomas principales son físicos, se nota cansancio, la fatiga llega antes de lo habitual en los esfuerzos físicos habituales, debilidad (como en una regla constante), pero los más duros de sobrellevar, al menos en mi caso, son los psicológicos: tristeza inexplicable, melancolia, decaimiento, apatía, desgana...

Creía que lo bueno de un invierno tan largo (he contado cinco meses de nieve, ¡CINCO!, desde noviembre hasta hace dos días las temperaturas eran negativas, el cielo estaba nublado, en fin, un invierno muy siberiano, este que me ha regalado Lituania...) sería precisamente que llegaría a casa justo al final de la primavera, con lo que me libraría de la astenia, pero nada más alejado de la realidad. Como digo, hace dos días el mercurio empezó a marcar sobre cero y, aunque ni siquiera haya salido el sol durante ellos, mi decaimiento anímico se ha hecho más que evidente. Estoy huraña, estoy que no quiero hablar con nadie, estoy que me da pereza infinita salir a por naranjas al supermercado.

Estos cambios comportamentales no suelen afectar demasiado a mi relación con el mundo porque, afortunadamente, tengo mis tácticas para controlarlos o al menos hacer que no sean demasiado patentes, pero parece que, un año más, e incluso viviendo tan lejos de la primavera que yo conozco y que me ha venido provocando esta astenia hasta ahora, me toca aguantar este oleaje de negatividad y agotamiento inexplicados. Menos mal que, esta vez, ha empezado más tarde y el verano y el fin de esto, por lo tanto, están más cerca.

08 abril 2013

(le echa de menos)

Hoy ha sido un día absurdo.

Hoy he visto marchar de mi casa al hombre con el que quiero compartir todos y cada uno de los días que me quedan en este mundo. Nublada su carita por las lágrimas que luchaban por agarrarse a mis pestañas y no caer atropelladas al vacío, Miguel se daba la vuelta, me volvía a decir en un gesto que me quiere, sacudía su mano, se iba alejando cada vez más.

Hoy he llegado a casa más tarde de lo esperado porque me he perdido en un momento de despiste en el que he empezado a vagar sin rumbo por la ciudad. Un despiste, una pérdida de atención, como un Alzheimer instantáneo, que me ha tenido dando vueltas un rato, hasta que he sacudido la cabeza, me he dado cuenta de que no estaba donde tenía que estar, y me he puesto a buscar mi parada de autobús.

Hoy he decidido que no quería esperar tanto y que me voy a volver a casa unos días antes de lo previsto. Gestión rápida, un dinero que no es nada, notificación de mi fecha de llegada a la gente de casa, un poco menos de ansiedad, un poco menos de llanto en mi alma.

Hoy he experimentado de nuevo esas náuseas provocadas por la pena, por el llanto que no termina de salir, por la impactante falta física del ser más querido. Me intento repetir a mí misma que esto es bueno, que si no le amase tanto, que si no fuese esta relación tan maravillosa como lo es, no me dolería tanto, no le extrañaría tanto, y por contra mi vida no tendría tanto sentido; pero él es extraordinario, y por eso estoy tan imposiblemente enamorada de él, y por eso esto es maravilloso, y por eso es Miguel, con mucho, lo que más sentido les da a mis días.

Hoy he sabido, tras una única y momentánea incursión a mi propia habitación, que esta noche (y posiblemente alguna más) no voy a ser capaz de dormir porque esa cama se queda excesivamente grande sin él ronroneando mientras invade mi mitad del colchón. Los nudos de pies bajo el edredón, el olor de nuestros sueños por la mañana, los "buenos días" murmurados entre legañas compartidas, los testimonios de amor bajo las sábanas, el latido pausado de su corazón, nada, nada, mi cama vacía, Pipo llorando, y yo no sé ni por dónde empezar a dormir.

Hoy he vuelto a cuadrar las espaldas y me he dispuesto a enfrentar un último mes de soledad antes de volver definitivamente a casa. Esto ya se acaba. Esta ha sido nuestra última despedida.

Hoy solo vivo para seguir viva mañana y ser consciente de que queda un día menos para marcharme de aquí.

33 días para volver a casa. Esto ya se acaba.

18 marzo 2013

Una lágrima en la maleta

El mundo entero parece empeñado en recordarme que ya no queda nada, que en dos meses (¡menos aún!) ya estaré de vuelta definitiva, que no me queda nada más que el último empujoncito en ese lugar con el que no me entiendo del todo bien. Lo que nadie intuye en mis plastificados asentimientos con aire de entusiasta optimista ante tamañas afirmaciones animosas es que se me parte el alma solo de pensar en volver a hacer ese eterno vuelo de nueve horas con la escala incluída, que me pongo enferma de imaginar mi inminente enfrentamiento con algún taxista que otro, que se me deshilacha el corazón de pensar lo fría que va a estar la casa al llegar, que me dan temblores de recordar lo que eran los diez grados negativos.

El mundo entero parece empeñado en hacer que todo esto parezca más fácil de lo que es, cuando nadie les ha pedido ayuda psicológica en ningún momento.

El mundo entero parece envidiar "la experiencia" cuando yo vendería mi alma por terminarla ya mismo.

No quiero volver a marchar. No quiero sufrir los inconsolables lloros que ello causa. No quiero volver a alejarme de él. De ellos. Nunca.

Se está mejor en casa que en ningún sitio.

16 febrero 2013

Un poco de tensión interna

Todos los que me conocen saben se sobra que Irlanda es una de mis aficiones, obsesiones, centros de culto, fuentes de referencia histórica y, en general, ubicaciones geográficas, a las que más cariño tengo en este mundo. Se trata de un cariño que me viene dado por varias historias de diversa índole, pero todas ellas conducen a una misma conclusión: que, en mi vida, de una manera u otra, siempre ha habido una parte, una pequeñísima porción aunque sea, en la que Irlanda ha estado observándome crecer.

Conocí hace poco, a manos de la persona a la que posiblemente más admire en este mundo, la obra de un autor cuyas novelas mezclan a partes iguales historia y narrativa. Centrándose en un lugar geográfico concreto, este autor e historiador, por nombre Edward Rutherfurd, hilvana varias historias inventadas, que generalmente responden a una misma procedencia genealógica (por lo general ficticia), para así ir narrando, desde el punto de vista de las personas de la época, el contexto histórico de cada uno de los momentos más relevantes de la historia de dicho lugar. Conocer la historia a través de las personas, ¿no es ese precisamente el sueño de todo humano medianamente curioso?

La saga "Dublín" de Edward Rutherfurd se compone de dos volúmenes, "Príncipes de Irlanda" y "Rebeldes de Irlanda" y, tal y como los títulos de los mismos permiten adivinar sin dificultad, en ellos relata la historia de este al que de vez en cuando me referiré como "mi paisito". Es una lectura de la que estoy disfrutando enormemente precisamente porque me está acercando mucho a la realidad cotidiana de esa Irlanda que, ahora mismo (por "ahora mismo" entiéndase el punto en el que he aparcado hace diez minutos la lectura, es decir, en el año 1170), empieza a ser invadida por vez primera por los normandos asentados en Gran Bretaña. Y seré sincera: pese a haber sido siempre una fiel luchadora por la causa pronacionalista irlandesa, y no haber estado nunca segura de cuál sería el bando por el que me habría decantado, de haber sido libre de decidirlo durante la Guerra Civil de Irlanda*, ahora mismo tengo el corazón en un puño porque me voy acercando a la Irlanda revolucionaria en la que sus ciudadanos luchaban por orgullo y con pobreza, y me voy acercando a esa sensación de vacío en la que una se da cuenta de lo poco que importan los ideales políticos cuando se trata del amor de una madre, de un padre, de un hermano o de una persona especial. Estoy a punto de poner mis pasiones en tela de juicio a través de una novela y, pese a no estar dispuesta en absoluto a renunciar al amor que le profeso a esa patria, sí estoy dispuesta a admitir, de llegar el momento, que a la hora de luchar por una bandera nunca hay que olvidar que quien la ondea es tan persona y tan humana como tú y como yo, luche por el bando que luche, y que eso la hace digna de su derecho a vivir.

Esta reflexión, a medio camino entre mi patria Irlanda, la hermosura de la literatura bien llevada, y este tema tan delicado, no es casualidad; hoy se celebra en Lituania el día de la restauración de la Independencia, y las calles están saturadas de banderas, eventos de todo tipo y excesiva épica nacional. Me llevan los demonios de pensar que el 30% de las calles de esta ciudad están o bien sin asfaltar o bien mal asfaltadas (es decir, con las baldosas levantadas o el cemento reventado), que la iluminación nocturna es digna de la Segunda Guerra Mundial y que los autobuses no tienen calefacción pero si goteras, pero que, con todo, hoy se ha hecho un extraordinario gasto en danzas, desfiles militares, decoración a base de banderas y los inevitables fuegos artificiales. Supongo que, viviendo en estas condiciones, el pueblo necesitará un poco de entretenimiento, pero no lo olvidemos, todo esto es opio, también. El patriotismo es un sentimiento nacido de una pasión y, como tal, hay que tener cuidado de que no arrastre nuestras prioridades y se lleve por delante lo que de verdad importa en esta vida, que son, insisto, las personas y su bienestar.

Y todo esto, repito, en boca de una absoluta simpatizante del movimiento nacionalista irlandés, pero que procura no olvidar que, antes que la bandera de Irlanda, estuvieron allí los propios irlandeses, que son por los que realmente merece la pena luchar, independientemente de la bandera que veneren.



* Nota informativa: en la Guerra Civil irlandesa, librada en 1922-23, hubo dos posturas, dos bandos, uno a favor y otro en contra del llamado Tratado Anglo-Irlandés, que fue a su vez el fruto más honroso que el imperio británico le concedió a Irlanda para terminar con la Guerra de la Independencia, librada en 1919-21 entre Irlanda y Gran Bretaña. Según este Tratado, Irlanda pasaría a ser parte de la Commonwealth, debería doblegarse ante la Corona Británica, aceptar su simbología y aceptar un gobernador supremo que representaría a Gran Bretaña en Irlanda, aunque el país mantendría cierto control sobre su economía y su ejército propios. Personalmente, los términos me parecen bastante razonables para las pérdidas que Irlanda sufrió en la Guerra de la Independencia, pero la división interna también me parece muy razonable ya que todas esas pérdidas (o sea, bajas irlandesas) habían luchado por una mayor libertad y por un estatus de estado propio, y no doblegado ante el invasor vecino. Como puede verse, ninguna tontería. Y yo sigo sin estar muy segura de qué postura habría apoyado en esa época, porque por mucho que el corazón me diga una cosa, la razón me recuerda que no todo es blanco o negro.

19 enero 2013

Disfrutar compartiendo la abstracción

Después de muchas batallas internas, devaneos, lloros y risas, me he forjado una idea bastante aproximada de cómo quiero ser, de qué tipo de persona quiero que habite mi piel y de quién quiero que la conozca y quién no.

Desprecio lo físico. Es decir, no lo desprecio, ¡siempre es de agradecer que la realidad que compartimos todos me recuerde en qué mundo vivo! Pero me repatea lo bonito, lo que se puede tocar si se quiere, aquello que está al alcance de mis manos y de las de cualquiera, me repatea la imaginaria capacidad de posesión, ¡eso es!, ¡no me gusta que el sentifdo físico de las cosas nos haga pensar que estamos en derecho de poseerlo!

Me fascina, por el contrario, lo abstracto. Las mentes, las emociones, las vibraciones que transmiten los lugares, las miradas. La abstracción es una forma de belleza en sí, porque para mí significa algo muy distinto a lo que posiblemente signifique para mi prójimo más cercano. Pero ¿quién quiere darle un formato, una definición, a la abstracción?, su belleza radica precisamente en lo difuso, lo impreciso, lo caótico.

He hablado muchas veces y de manera difusa sobre los ojos de Miguel, ¡y es que son la personificación de lo abstracto!, de cuánto puede esconderse detrás de un iris marrón y una pupila hiperactiva. Por descontado, su mirada es bellísima, pero lo que realmente la perfila de esa belleza de la que me nutro no es su forma, no es su color, sino lo que transmite, lo que le late dentro, todo eso que ni se ve ni se toca ni, por descontado, se puede poseer.

Tal vez lo abstracto es mágico precisamente porque no se puede poseer, tal vez el reto de querer bucear en ello esté precisamente no en poseerlo sino en compartirlo.

Tal vez esa sea la idea concluyente que buscaba hoy, a fin de cuentas: que compartir me hace mucho más feliz que poseer.

14 enero 2013

Otro día más

Apuro el último trago de café de la mañana porque me he quedado pasmada durante Dios sabe cuántos minutos, mirando por la ventana, viendo cómo termina de amanecer y pensando en lo poco que queda para que Él desayune a mi lado. Dejo todos los cacharros sin fregar, ¡ya lo haré más tarde!, que voy a perder el autobús.

La temperatura baja de los diez grados negativos. Me forro de ropajes y, aún así, dudo de si será o no suficiente, pero no hay tiempo para replantearse las vestimentas, porque voy a tener que correr igualmente a la parada. Así, por lo menos, entraré en calor...

Un trayecto apretada entre gentes de otra raza, de otra cultura y de otro idioma tan distinto. Un trayecto analizando individuos y comportamientos, un trayecto en el que miro y aprendo y critico y establezco mis propios criterios morales. Un paseo bajo la nieve, cuesta arriba, de camino a la universidad y entre árboles parece que el tiempo vaya más despacio, no se escuchan los coches, solo mis pisadas y mis jadeos, que emanan nubes de vaho que se congelan en mi bufanda.

Otro día de trabajo en un despacho privado, la estufa, la música de fondo, otro día que pasa, otro día que me deja con sensación de encogimiento de hombros, hasta que llega su primer mensaje, y sonrío, y me río, y me estalla algo en el pecho, y ahora salir ahí afuera a sobrevivir a la nieve no parece una tarea tan ardua, y hasta la nieve, la mierda blanca, y el frío, y los buses que no pasan, me parecen cosa de risa, ¡porque viene en doce días!, y no hay nada que me importe más que eso.

Apuro, asimismo, el último spaghetti de mi plato, y friego los cacharros, los de esta mañana y los de la cena, y miro la pantalla esperando el momento en el que su nombre aparezca en verde y el inconfundible sonido de la videollamada en Skype me saque de este atolondramiento que me hace cerrar el día al igual que lo he abierto: mirando por la ventana, enmimismada, viendo nevar, disfrutando de ese claro que permite ver un par de estrellas, pensando que en muy poco tiempo Él estará apurando una copa de vino a mi lado y que disfrutaremos juntos de este clima que, a su lado, tendrá mucha más magia.

11 enero 2013

El infierno de los taxis en Vilnius

Es de sentido común que, a la hora de coger un taxi en Vilnius, si sabes de qué va el asunto, te plantees dos, o tres veces, si realmente quieres hacerlo. ¿Por qué?, muy sencillo: porque es muy común que te quieran cobrar un precio muy superior al oficial, porque es posible que te encuentres taxistas sin taxímetro, porque si eres un turista te darán una vuelta innecesaria y te cobrarán un precio astronómico que, al cambio a tu moneda, no te parecerá ni exagerado siquiera. Mil razones, una única manera de combatirlas: QUEJARSE.

Estoy en plena campaña de "spread the word" con este asunto, así que me vais a permitir que me haga oír por encima del murmullo de encogimientos de hombros que ensordece a esta ciudad.

Para empezar, hay que saber que coger un taxi al azar en la calle es más caro, de entrada, que llamar a uno previamente (todo estaría así solucionado, de no ser porque a día de hoy yo no he conseguido hablar con un solo taxioperador en inglés...). Por tanto, esa es la primera idea: mejor llamar y reservar el taxi de antemano que coger un taxi cualquiera en la calle. Además, al llamar al taxi previamente, te dirán el precio aproximado que vas a pagar, evitando así engaños futuros. El número de la centralita más "legal" de Vilnius (dado que todos los taxímetros están controlados desde la central y el cliente paga, ni más ni menos, lo que los números indican) es el 1450 si llamas desde número lituano, (85) 233 33 37 si llamas desde número extranjero. Suerte con el tema del idioma.

¿Y qué pasa si, como podría ser del todo normal, llegas al aeropuerto y no tienes batería en el móvil? La idea más inteligente en este caso es acudir a la oficina de turismo que hay en el aeropuerto de Vilnius (horario de lunes a domingo de 9 a 21 horas), solicitar que te llamen a un taxi y que, con tu cheque de precio fijo previo al viaje, cojas el taxi que te han llamado. También puede ocurrir que tu vuelo llegue fuera del horario de esa oficina de turismo; en ese caso no te queda otra, tendrás que saltar al primer taxi de la cola, arriesgándote así a que te roben a mano armada, que es un suceso lamentablemente común en esta ciudad. Dicen que también es posible pactar un precio con el taxista antes de subirte al vehículo, pero claro, para eso el tipo deberá saber inglés (¡¡¡te deseo suerte otra vez!!!) y tú deberás tener una referencia previa de cuánto puede costar el trayecto para no exigir precios de risa.
¿Y qué pasa si llegas por primera vez al aeropuerto y no tienes ni idea de todo esto que te estoy contando? Pues que te subirás al primer taxi que veas con toda tu buena voluntad, te timarán, a posteriori te enterarás del engaño, y el mal sabor de boca que esto te provocará marcará mucho tu estancia para mal. Además, seguramente después de esta poco positiva experiencia, harás una búsqueda en Google y posiblemente por ello llegarás a mi blog.

Si, por cualquier motivo, tenéis que subiros a un taxi en el que creéis que os han podido timar con el precio, pedid un ticket, un resguardo, un receipt, para poder formalizar la queja posterior sin mayor problema. Tampoco está de más que os apuntéis el nombre y número de centralita de la compañía de taxi, y si además podéis anotaros la matrícula del taxi que os ha transportado, mejor que mejor. Pero eso lo explicaremos más adelante. Sigamos con los "trucos" para evitar timos.

Si lo de llamar al taxi es algo que no te convence, o sencillamente no has sido capaz de hacerlo porque en todas las terminales en las que lo has intentado no hay ni Cristo que hable nada más allá del lituano, te sugiero la siguiente opción, que requiere un poco más de previsión pero también puede resultar útil: reservar el taxi por Internet. Viene a ser lo mismo que llamar al taxi, pero evitando el lío que supone tener que andar guardando números y demás. La página web donde se puede hacer esto es http://etaksi.lt/en/book-taxi-online (¡con versión en inglés, y todo!) y el formulario es muy sencillo de rellenar, solo hay que indicar el trayecto, el número de pasajeros y, si así lo queremos, solicitar que el taxi nos espere en la terminal de llegadas indicando también nuestro número de vuelo. Al formalizar la reserva, nos indicarán aproximadamente lo que nos va a costar el trayecto. En el formulario siempre nos piden un número de teléfono móvil; esto es simplemente para enviarnos un mensaje de texto con el número de placa (matrícula) del taxi que nos va a ir a recoger, para evitar confusiones y no montarnos en el taxi equivocado, con todo el embrollo y timo que ello supondría. Si optáis por esta alternativa, no reservéis con demasiada antelación (en el mismo día valdrá), por si el encargo "se pierde". Mi experiencia me dice que esta página web es de fiar.

Dicho esto, y entendiendo que los timos son de lo más comunes, procedamos a la siguiente cuestión: ¿qué pasa si yo no tenía ni puñetera idea de todo este percal hasta ahora y me han engañado igualmente y quiero levantar la voz? Bueno, aquí es donde entra mi propia campaña. Como decía, seguramente habrás llegado a mi blog en esta situación, así que ahora es cuando, antes de ofrecerte un sucedáneo de solución, te cuento por qué el sistema de taxis está tan podrido.

Resulta que el taxista de Vilnius cobra 425 LT de salario bruto medio (1 LT = 0'3 € aprox.) y tiene que pagar un impuesto que varía de los 2000 a los 3000 LT anuales por su oficialidad como taxista. En efecto, ¡los números no cuadran!, se trata de una profesión muy mal remunerada. Y ¿qué hacen entonces los taxistas para sobrevivir y sacar adelante a sus familias? Valerse del timo, por supuesto. El sistema está corrupto desde las raíces. Subir todas las tarifas estándar, o bajar los impuestos, pero algo tiene que hacerse desde la administración municipal (y dejo ahí las sugerencias porque no soy experta en la materia).

Y precisamente por este motivo es necesario que el cliente haga oír su voz: porque yo, como turista, o visitante, o estudiante, no tengo que pagar por la pésima gestión que están realizando las autoridades locales del sistema de taxis. Es más, evitar el problema a través de las triquiñuelas que mencionábamos no va a ayudar a solucionar la podredumbre de este sistema; sencillamente evitaríamos el problema y nos lavaríamos las manos. Así que recomiendo y ruego que, si habéis tenido alguna mala experiencia en algún taxi de Vilnius, optéis por la queja formal, que posiblemente no llevará a nada ni os devolverá vuestro dinero, pero al menos engordará el número de personas insatisfechas con la situación y así, al hacer recuento de qué tal van los taxis a final de año, el ayuntamiento se dará cuenta de que las cosas no se han solucionado en absoluto. La manera más sencilla de quejarse es a través de este enlace: http://www.vno.lt/en/tips-for-passangers/faq/complaints-offers/index.php. Se trata de un apartado para quejas implantado por el aeropuerto de Vilnius, el cual rebota las reclamaciones serias al departamento de Tráfico del ayuntamiento.

Por favor, luchemos contra esta basura todos juntos. Encogerse de hombros y esquivar los problemas no contribuye a una sociedad mejor. Sí, por el contrario, levantar la voz y dejar de subestimar nuestras capacidades como clientes.