<<Mira a tu alrededor. Mira la que has liado, joder.
Una maleta de tamaño industrial esperando que la llenes de abrigos, ropa térmica, botas de monte y libros ultradeprimentes y adecuadísimos para ese millón de tardes solitarias que pasarás encerrada en casa por no enfrentarte al aguacero bajo cero que estará tronando afuera. Una lista incompleta que trata de enumerar lo que no puedes dejar de llevarte, léase pañuelos, sus fotos, un cuaderno amable en el que poder llorar palabras, música que se adecue a cada tonalidad de gris que adopte tu ánimo a diario. Tres, cuatro, cinco guías de viaje distintas que no te atreves a seguir subrayando porque cada nombre en ese idioma parece una variación minúscula y macabra del nombre anterior. Seguros médicos por todas partes, copias del pasaporte, billetes de avión que ya no sabes ni a qué día corresponden, e-mails de un agente inmobiliario del que no tienes más remedio que fiarte. Eres el caos.>>
Pepito Grillo lleva unos días haciéndome sentir la persona más absurda de esta tierra; a ratos quisiera hacerme un huevo y esconderme dentro de la maleta y pasar ahí estos seis meses que vienen, y a ratos me excito y me pregunto qué me deparará la vida en Lituania, y a ratos me echo a llorar y me llevo las manos a la cabeza de pensar en lo descabellado que es dejar atrás todo lo que tengo aquí, y a ratos abrazo a Pipo y le pido que me cuide y que sea fuerte, y entonces tengo que levantar la cabeza por mucho que me cueste, volver a mirar alrededor y obligarme a pensar en la que he liado.
Y, entonces, después de la emoción por la aventura, la llorera derivada del miedo al fracaso, el pánico a lo desconocido, la euforia ¡precisamente por lo desconocido que hay por descubrir!, la añoranza que me araña el corazón desde ya antes de marchar, la contención obligada de todo sentimiento porque debo ser tan fuerte como lo he sido siempre, abro la cremallera de la maleta, cojo aire, intento terminar mi lista, desisto al minuto, abro el armario y escojo mi primer jersey de lanas, para los días de frío, para los ColaCaos armonizados por baladas de Scorpions en casa, para abrazarle en la distancia y llenar nuestros abrazos de calor, para que haya alguien protegiéndome en cada cigarro que fumemos en solitario ese jersey y yo.
¡Valiente! No. Tengo mucho miedo. Pero seré valiente. Lo seré. Solo necesito salir de este limbo de pesadilla previa a la partida. Entonces volverá el valor. Entonces volveré a ser digna de ser llamada a la casa Gryffindor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario